viernes, 29 de enero de 2010

gil hadas

No he podido dejar de pensar en la muerte.
Hace unos días veníamos de viaje por la ruta mientras sonaba una canción de Manu Chao, cuya letra decía algo así como que la muerte tenía gusto a cucaracha. Difícil quitarse esa imagen de la mente: un puñado de cucarachas apestosas caminando por el paladar.
He visto y oído algunos programas que tratan sobre el tema. Uno, hablaba sobre la muerte y las religiones (si se quiere). Nadie puede morir por uno, era su tesis. Es cierto. Tanto nacer como morir son experiencias individuales. El resto, puede ser colectiva.
Mi tío solía bormear con ese tema, previendo que le quedara poco hilo en el carretel. Decía "mi epitafio va a ser: disculpe si no me levanto a estrecharle la mano, sabrá comprender". Un amigo me dijo que ese era un chiste que le había robado a algún humorista, como Marx. La verdad que tiene mucho sentido, porque él no suele ser original. Lo que parece tener poco sentido es la vida.
Volviendo al tema de la filosofía, el segundo programa trataba sobre las estructuras de las religiones, específicamente el modo infantil que tienen las ideologías riligiosas de construir una visión del mundo. Es decir, nadie, con dos dedos de frente va a pensar, sostener y divulgar que el mundo fue creado en seis días. Sí puede ser entendido como alegoría de la bondad, magnificencia y genialidad de un Dios, que no sabemos si existe.
Nadie puede dudar de la maldita explosión cósmica. Hace algún tiempo pensaba que la sentencia "somos polvo de estrellas" no tenía sentido, o sonaba absurda, pero es lo que más se acerca a la entre comillas realidad. Somos hijos de esa explosión primitiva. Quiéralo uno o no lo quiera, somos la resultante de un gran estallido cósmico. Eso me favorece, porque habla de un universo violento, y si el universo es violento tiene que avalar conductas violentas. Aguante el universo, aunque sólo sea un solo verso.
Otro tema que me rompe la cabeza es la incomuniación. Por qué carajo es tan difícil que dos personas se encuentren, que exista una química profunda, un vínculo que los movilice y los sacuda?
A veces me da un gran temor a volverme cobarde, a callarme, a ser cómplice con el silencio.
Por ahí tiene razón ese hombre y volvemos a la nada de antes de nacer. Y sí, porque es bastante pelotudo pensar que uno va a ir a otro lugar, entre querubines, serafines y calcetines y se va a encontrar con los seres que amó.
Era esto nomás? Parece que era esto, sí, pero no importa, porque yo siempre supe que iba a ser una estrella, porque mi vieja me lo decía cuando era chiquito, cuando me hablaba del cielo, y de los ángeles y me repetía que iba a ser una estrella, aunque sea hecha polvo, una estrella hecha polvo de estrellas, así que ya no me importa, porque soy polvo y al polvo volveré, al polvo de las estrellas.