viernes, 26 de noviembre de 2010

JJs


Tenía ganas de  escribir sobre este flash, el disparador de una nota leída en Noticias, la foto de López me retrotrajo inmediatamente a la de Borges, en un Lopez y Ward, anacrónico, disímiles, opuestos por razones varias, pero encontrados en este gran laberinto de espejos que es la mente.
“Nadie es más grande que su momento” decía Borges, y aquí parecen coincidir dos grandes, a su manera y salvando las distancias, en dos momentos históricos, dos contextos diferentes. López, albañil proletario, constructor real, de sueños y casas reales. Trabajador de andamios, de palas y hormigoneras calientes en los veranos. López de manos rotas y huesos perturbables, en la crudeza de los inviernos, imagino así al López que ya no está, pero sí está en la vista aérea de La Plata, en las fotos de revistas, en las memorias de Barcelona, en sus quince días sin López.
López que pudo ser amigo de Ward, y un algo, tan idiota y zonzo como la violencia, lo mató en la ficción borgeana.
Para Jorge Julio López, el hombre que la injusticia ha hecho perpetuo, va este humilde homenaje,  como si las palabras sirvieran de algo, como si sirvieran para  subir al hombre a los andamios, como si las letras no se perdieran en el olvido.