jueves, 12 de noviembre de 2009

Caritas

En el verano pasado vino un pibe que cantaba como los dioses. Fue una de las pocas veces que escuché a alguien cantar tan profesionalmente. Hizo una versión de "Gricel" increíble.
Una vez nos encontramos en la costanera comiendo unas pizzas. El flaco había invitado: "comé careverga". El cantante se tentó mucho y dijo que ese término era bien entrerriano, o por lo menos gualeguaychuense. Ese es el tema de hoy: la careverguización en nuestro lenguaje.
Cuando eramos adolescentes e íbamos para un cumpleaños de quince, si no recuerdo mal, un amigo nuestro estaba haciendo pichí en la puerta del quiosco de una vieja, como solíamos hacer todos durante la madrugada, y como harán las generaciones venideras. De un auto vandálico, emergió una voz intimidatoria: "¿No tenés otro lugar para mear, carita de pija?"
Por los años en que mi tía aún trabajaba en la escuela de Barrio Franco, cuyo nombre y número no recuerdo, me contó que una vez un alumno suyo le gritó: "Chau, careverga!". Ella, ni lerda ni perezosa, tratando de impartir educación de la manera que fuese, identificó al alumno insultante y le hizo buscar en el diccionario el término descalificador. "Es la parte más elevada de un barco, Señorita" dice que le dijo el gurí, asustado, cuando lo agarró en el aula. "Y a usted le parece que yo tengo cara de eso?" Le preguntó al educando que no atinaba a responder.
También se usa el "qué hacés, carita" a secas, a modo de saludo. Sabemos que el de qué está elidido, hay un sexo que se pierde en el saludo. "Carita de nada" como dicen los enamorados, "cara con olor a pedo" como decía Gustavo, "caracúlico" como dicen algunos profesionales de la salud. Nada puede igualar al Careverga, tan nuestro como los carnavale´.

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