lunes, 10 de agosto de 2009

Lontananza

Padre, estoy tan aburrido…
Últimamente me pongo a observar desde la ventana de la planta alta hacia la línea que une los vértices del horizonte, y lo espero vanamente…casi lo puedo ver llegar, con su camisa abierta y sus pectorales anchos, y su sonrisa y su barba y su pelo largo, sintiendo su olor a selva, a lontananza.
Quisiera estar desnudo con él otra vez, y contemplarlo desfalleciente a mi lado, observar su bravura, sus cortes, su hombría, y besarlo y retenerlo en el círculo de mis brazos.
Pero estoy tan aburrido Padre… que quisiera volver en una expedición al vientre de mamá. Hace poquito la veía tomando café y la envidiaba. Veía el rouge profundo de sus labios abiertos como bóvedas, y también la deseaba. El pliegue de sus labios acariciando y tiñendo la porcelana, me entristecía, porque ha pasado el tiempo, cuánto ya, y yo aún deseándola, queriendo profanar sus fauces para no sentirme manchado. Pero este deseo también es mácula y culpa y tristeza.
He visto a mis hermanos, Padre, a esos desconocidos del averno que tienen en la cara tatuada la miseria, y no he podido hablarles, ni sostenerles la mirada. Vi a un demonio rojo de ojos vidriosos, un patético ser mitológico y sentí frío y pena.
Padre, cómo quisiera volver a la tibieza de tu esperma, a la brisa fresca de tu sexo y no sentirme rasgado, pero estoy tan aburrido Padre…

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